Los 52 Cuentos: Parece que va a llover

18 de Octubre de 2014

Durante el año hay muchas festividades pero de lejos mis favoritas son las de Octubre-Noviembre, aquellas que nos ponen en contacto con lo que no comprendemos y que, en la mayoría de los casos, esperamos que nos acerquen a las almas de quienes han dejado este plano existencial.

En verdad he intentado cumplir con mi premisa de crear un relato por semana pero mi vida mundana aunada a mi necedad nata me han obligado a postergar o modificar la creación de mis historias ¡aunque eso no significa que este experimento vaya mal! Todo lo contrario, las ideas fluyen y muchas pueden ser realmente valiosas.

Hace cuatro años, durante los deslucidos, insípidos y nada memorables festejos del Bicentenario, imaginé una historia completa que bien podría tener su inicio en este relato.

La nuestra es una ciudad que ha vivido muchas cosas en su relativamente corta vida: culturas sincretizadas a pesar de sí mismas, luchas crueles y sangrientas, catástrofes naturales, invasiones, grandes celebraciones, esplendor arquitectónico, logros sociales, genocidios, infamias y alegrías… Todo eso ha cargado a la otrora Gran Tenochtitlán, sus ciudades «hermanas» y territorio aledaño de miles de historias, prácticamente todas con sus propios fantasmas,

Aprovechando el tercer ejercicio de escritura (maldita sea, apenas el tercero) y teniendo como marco una de las páginas más negras de la vida de esta metrópoli, te presento: Parece que va a llover.

Una menos cuarto de la noche. Bienvenidos de regreso a la Dimensión Cero. 

Como les adelantamos en el bloque anterior, esta noche nos adentraremos en una historia que comienza en un sitio visible a propios y extraños pues se encuentra en una de las calles más transitadas e importantes del corazón de nuestra ciudad aunque muy pocos son quienes reparan en el punto que marca el inicio de nuestra historia. 

El 20 de Septiembre de 1629 llovió durante 36 horas ininterrumpidas sobre la Ciudad de México con tanta intensidad que a muchos llevó a pensar que Dios había decidido anegar de nuevo la tierra para limpiarla de sus pecados, para otros se trataba del Dios Tláloc llorando la suerte de quienes fueran su pueblo, en todo caso lo único cierto era que la capital Novohispana quedó sumergida bajo las aguas. 

Los cómputos oficiales indicaban que en menos de un mes habían perecido ahogados o entre las ruinas de las casas que se derrumbaban ante la fuerza del agua más de treinta mil personas. Un número semejante de sobrevivientes emigraron dejando a su suerte y pena a quienes decidieron o debieron quedar sumidos en la más profunda tristeza. 

La vida cotidiana se trasladó a los balcones de las casas que quedaban en pie a andamios entre calles y azoteas en los que incluso se celebraba misa en medio de lágrimas en un espectáculo lastimoso que esperamos no se repita jamás. 

Como no podía ser de otro modo, la gente recurrió a la intercesión de la Virgen de Guadalupe y las autoridades civiles y eclesiásticas, acompañadas por una gran cantidad de gente del pueblo, organizaron una procesión sin precedentes en la historia de México; a bordo de toda clase de embarcaciones, la imagen de la Virgen Madre fue llevada desde su santuario en el cerro del Tepeyac hasta la Catedral. 

Largos y difíciles fueron los años que le tomó a la Ciudad recuperarse pues no sólo el agua anegada en las calles representaba un problema, pronto la ciudad comenzó a padecer epidemias y hambruna producto de la terrible inundación, sin embargo fue su gente quien rescató la vida de la Capital del Virreintato a pesar del mismísimo Rey de España quien sugería se trasladase a otro emplazamiento, fue el pueblo quien recuperó su hogar y con el tiempo lo enalteció con el título (ahora perdido) de La Ciudad de los Palacios. 

De aquel tristísimo episodio de nuestra historia poco nos queda, los edificios que atestiguaron la catástrofe se han perdido, sin embargo hay un pequeño detalle producto del ingenio de uno de los antiguos moradores que da fe de que esto alguna vez ocurrió. En la esquina de las calles de Madero y Motolinia, a una altura aproximada de dos metros empotrada en la pared de lo que hoy es una tienda de óptica, está una cabeza de león de piedra que nos indica hasta dónde subió el agua en La Gran Inundación. 

La calle que en otros tiempos llevase en un tramo el nombre de Plateros y hoy conocemos como Madero, siempre ha sido una arteria importante en la vida cotidiana de sus habitantes ya que conecta directamente con La Plaza Mayor y como ocurre con otras tantas calles del corazón de la ciudad, quienes la habitan aseguran que está repleta de voces del pasado a las que llaman: Fantasmas. 

Es a esta tienda con la cabeza de león de piedra a la que nos dirigimos esta noche. 

Hace sólo dos semanas, el equipo de producción de este programa recibió en su correo electrónico material súmamente conmovedor. Yo mismo, en compañía de todo el equipo de producción, analizamos el archivo que nos hizo llegar Don Juventino Morales, actual propietario de la óptica quien remitió el material con el único fin de conocer la historia que tomó lugar en su negocio. 

Don Juventino insistió en que transmitiésemos íntegramente el audio y nosotros seremos fieles a su deseo. Lo que están a punto de escuchar tuvo lugar una noche de otoño, aproximadamente hace dos meses, mientras Don Juventino ofrecía una reunión con algunos miembros de su familia y otros invitados para festejar un aniversario más de la óptica; uno de sus nietos deseaba grabar a su abuelo dando su discurso de agradecimiento pero el video no resultó como planeaban. Don Juventino apenas comenzó a hablar cuando de pronto una de las invitadas, amiga del nieto que grababa, comenzó a decir que desde las escaleras se aproximaba la figura de una mujer con la piel gris e hinchada, como si estuviese podrida. La joven, Margarita Jimenez, después describiría a la visión como a una mujer joven ataviada con un vestido viejo de otra época manchado de lodo y mugre, casi echado a perder, el largo cabello negro como escurriendo de agua y los ojos vacíos, la imagen de una mujer ahogada. 

Como si no bastase esta visión para helar la sangre de cualquiera, Margarita vio impotente a esta figura avanzar hacia ella y posar su mano putrefacta en su frente. Ella no recobró el sentido horas después en la cama de un hospital donde le suministraron toda clase de calmantes mientras en su delirio repetía una y otra vez: Parece que va a llover. 

Sin embargo, el resto de los asistentes a la fiesta fueron testigos de un hecho que jamás podrán olvidar, un acontecimiento sobrecogedor que permanecerá en sus corazones por siempre y que ahora compartiremos con ustedes. 

Como fondo, las risas y la música de la fiesta; Jaime, el nieto de Don Juventino, presenta con orgullo a su abuelo quien, como ya dijimos, apenas comienza a hablar cuando es interrumpido por el desgarrador grito de Margarita. Debo recomendarles que si se consideran personas altamente sensibles, apaguen esta transmisión ahora. 

[Música, personas riendo y el sonido de un tenedor contra una copa]

– ¡El abuelo va a hablar! Esto es muy conmovedor. 

– Amigos, compañeros, mi familia. Esta noche celebramos el trigésimo aniversario de nuestra…

– ¡Aaaaaaaaagh!

– ¿Qué te pasa Ma…?

– ¿¡Qué es eso que está subiendo las escaleras!?, ¡No!, ¡No!, ¡No!, ¡Se está acercando!

– Maggie, ahí no hay nada, tranquilízate por favor. 

– ¡No!, ¡No!, ¡Está muerta!, ¡Está muerta!, ¡Por Dios no dejen que se me acerque!, ¡No!, ¡No!

[Silencio, Margarita se ha desvanecido]

– Oh por Dios, Maggie, Maggie, nena ¿estás bien?

[Margarita se levanta aturdida y pálida]

– ¿Qué… qué estáis haciendo todos vosotros en mi casa? ¡Marchaos inmediatamente!

– ¿Maggie?

– ¡Os he dicho que se larguen!

[Las luces parpadean, por un momento hay estática en la cámara y la gente comienza a murmurar]

– Nuestro Señor está dejando caer sobre nosotros el castigo que merecemos por nuestros pecados. Tanta depravación, vileza, podredumbre… El Señor aborrece nuestros pecados y nos ahogará en ellos… ¡Aaaaaaaaagh, ayudadme, ayudadme! Mi hijo se ahogó al pie de la escalera, el haya que le cargaba en brazos se partió la cabeza intentando subir la escalera que se pudrió por el agua ¡Mi hijo murió!, ¡Mi hijo murió!. También mi esposo está muerto, lo asesinaron los saqueadores que intentaban entrar en nuestra casa montados en una barcaza de juncos ¡Mi amado Miguel! Sus cuerpos están flotando esperando que esta desgracia acabe con el mundo ¡Pero sigue lloviendo y el agua sigue subiendo! Oh Señor ¡este es el tercer día de vuestro castigo!, ¡Dígnaos Señor a llevaros el alma de esta sierva vuestra que no tiene más deseo de vivir!, ¡Sirvan mis pecados para demostraros que la hora de mi muerte será un alivio merecido! «Así fue destruído todo ser vivo sobre la tierra, desde el hombre hasta la bestia, los reptiles y las aves del cielo fueron raídos de la tierra… y prevalecieron las agua sobre la tierra ciento cincuenta días» ¿Acaso debo esperar ese tiempo hasta que os decidáis a acabar con mi vida, Señor?

[Un nuevo silencio, Margarita sufre un violento estremecimiento]

– ¡Aaaaaaaaagh! El piso bajo mis pies también se pudrió ¡El agua está helada y yo… también me ahogo en el agua mugrienta! ¡Auxilio, auxilio! El agua… Ahora yo también estoy muerta ¿pero quién se encargará ahora de sepultarnos?… ¡Aaaaaagh! ¡Ya os he ordenado que os marchéis de mi casa!, ¡Intrusos, intrusos, intrusos!, ¡Lárguense!… ¡Aaaaaaagh!

[Margarita vuelve a perder el conocimiento]

Por supuesto, la fiesta terminó ahí. Don Juventino no atinó a decir nada, no estaba de humor para hacerlo. 

Intrigados por la historia que contó una aparentemente poseída Margarita, Don Juventino comenzó a investigar y dio con la historia de la Gran Inundación que esta noche nos ocupa…

Todo el tiempo estaba escuchando la voz de Iker Jimenez (locutor y conductor español de programas de «Misterio» que sigo puntualmente cada semana) mientras escribía esto. Lo más parecido en nuestro país a lo que ellos hacen es la mórbidamente célebre Mano Peluda que, en lo personal, encuentro un tanto burda (ojalá tuvieran la delicadeza de hacer periodismo de investigación y no lo que ellos llaman «La Mano Peluda: Investigación» pero estoy pidiendo milagros ¿verdad?) Por cierto, la cabeza de león sí existe y hasta hace muy poco yo también reparé en ella:

2 La cabeza del Leon, pocos saben lo que significa

Hubo algo más que no dejaba de escuchar mientras escribía, una de las llamadas «Canciones Malditas» que en esta versión no tiene nada de deprimente (o al menos a mí no me lo parece) pero entorno a ella gira toda una leyenda que comparto contigo: Gloomy Sunday. 

Y ya que hablamos de programas de radio, en este encontrarás la historia de la canción:

http://www.ivoox.com/misteria-nocturna-gloomy-sunday-melodia-suicida-audios-mp3_rf_2916498_1.html

Qué el camino nos lleve a encontrarnos,

que el viento sople siempre a tu favor,

que los cálidos rayos del sol caigan sobre tu casa

y que siempre tengas cerca una mano amiga.

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