Los 52 Cuentos: La Luna y el Diablo

Ah, francamente, la decisión de compartir contigo este cuento (porque este lo es… o al menos yo así lo percibo) fue una lucha conmigo misma ya que significa una especie de exorcismo auto infligido que sólo me incumbe a mí: Hay páginas en mi vida que están escritas y que ni para bien ni para mal borraré jamás.

Si hay que decir la verdad, soy una mentirosa; siempre digo que no recuerdo las fechas pero tratándose de algunas… Carajo, un elefante no tendría competencia conmigo.

No vale la pena que entre en detalles, la mía es una historia que de una u otra manera se ha vivido incontables veces y volverá a vivirse, pero es mía y por eso, para mí, es especial.

¿Recuerdas cuando en la escuela debías presentar un examen al que temías tanto que era un alivio presentarlo aún si fallabas? Lo mismo me pasó con esta historia que en un inicio debió ser el segundo de Los 52 Cuentos. Entonces decidí guardármela, dejarla en el manuscrito sólo para mis ojos pero… Justamente hoy presento mi examen y me toca exorcizar un par de fantasmas que si bien ya no me asustan ni forman parte de quien soy, recordarles me obliga al recuento de los pasos que he dado durante dos años.

No soy la misma persona que entonces: las decisiones tomadas, las lecciones aprendidas, los amigos recuperados y la risa ganada después de la desintoxicación me han convertido en quien soy ahora, alguien que agradece lo que tiene, lo que no tiene y todos los sueños que tiene por cumplir.

Este es un cuento sobre lo que imagino que fue, lo que deseo de todo corazón que no esté siendo y lo que en algún momento hubiera deseado que fuera. Lejos de lo que mi boca pueda decir, mi corazón y mi espíritu siempre estarán agradecidos por haber escrito la página de mi vida donde Cinco apareció porque me recordó que existían y que lejos de lo que pensaba en aquel momento, todavía era un ser humano con todas sus implicaciones así que… Cinco, esto es para ti (no es que no pueda pronunciar tu nombre pero ¿acaso no tengo derecho a guardar un pequeño secreto con aquellos lectores que no te conocen?)

Esto es: La Luna y el Diablo

Érase una vez en una tierra muy lejana un niño que pasaba las noches conversando con la Luna.

Los días del niño eran muy duros, al alba se levantaba para ayudar a su padre y su hermano mayor en el campo, al terminar debía trabajar en el molino con su madre y sus hermanas y al acabar debía aprender la lección que su padre le designara si no quería recibir una aleccionadora golpiza.

Sin embargo, cuando toda la familia dormía, el niño se escabullía de la cama e iba hasta la pequeña ventana de su habitación desde donde contemplaba el brillo plateado de la que consideraba su única amiga pues ahí donde fuere, la Luna le seguía como si esta no desease apartarse de él.

A ella le decía cuán cansado se sentía, cuánto extrañaba a su fallecida abuela, cuánto desearía dormir en un colchón de plumas en lugar de un jergón en el suelo junto a sus hermanos y cuánto desearía poder pasar los días jugando en lugar de trabajar.

El tiempo pasó y el niño se convirtió en hombre, aún miraba a la Luna y veía en ella la belleza inocente de su infancia pero para él ya no era más que un recuerdo, ahora tenía una mujer y dos hijos de los que ocuparse.

Sus días no eran más sencillos que antes, aún se levantaba al alba, aún trabajaba en el campo, aún deseaba un colchón de plumas y aún deseaba poder dedicar sus días a algo más que el trabajo lo que lentamente oscurecía su corazón.

Un buen día el Diablo se paseaba por los campos de aquel hombre quien se encontraba lamentando amargamente su suerte así que el Diablo sonrió y le propuso un trato: Si le entregaba el deseo más profundo de su corazón, él le libraría de sus sufrimientos y le haría rico, nunca más tendría que labrar la tierra y su fortuna sería tan grande que podría construir un palacio que haría que el del Rey luciera como una choza. El hombre, sin pensarlo, aceptó. De inmediato, cayó en un profundo sueño y al despertar se encontró al cobijo de la Luna llena, aturdido y sin entender lo que había ocurrido.

Caminó de regreso a su casa pensando que todo había sido un sueño pero en donde había estado su casa, ahora sólo había pasto crecido. Desconcertado, caminó hasta la casa de su hermana mayor y sólo encontró ruinas, ahí no había ni un alma. Por fin, el miedo se hizo con él y corrió hacia donde debía estar la casa de sus padres pero tampoco había señal de ellos. Estaba completamente solo.

Decidió ir al pueblo buscando ayuda; ahí la gente lo recibió desviviéndose en atenciones aunque él insistía desesperado en que no había rastro de su familia. Intentaron hacerle comer y descansar sin resultados hasta que alguien le ofreció un aguardiente que rápidamente le hundió en el sopor y el sopor en un efímero alivio.

Pasaron horas, días, meses y años, el hombre se sabía dueño de una fortuna inagotable y cuando por fin comprendió que el terrible trato que había hecho para obtenerla le había arrebatado todo lo que verdaderamente quería, decidió pasar el resto de sus días ebrio, incapaz de pensar en nada que no fuese la copa que sostenía en la mano.

Finalmente cayó en cama, enfermo y solitario, rodeado de las comodidades con las que soñaba pero añorando más que nada la risa de sus hermanas, la voz de su padre, las caricias de su madre, los labios de su esposa y el brillo en los ojos de sus hijos.

Mientras agonizaba, un rayo de Luna entró a través de la ventana y con él, escuchó por primera vez la voz de su antigua compañera:

«Mi querido amigo, me duele tanto verte así. Sé cuánto has sufrido y cuánto te ha costado el engaño del Viejo Príncipe. Sé que sacrificaste tu corazón en vano. He sido tu compañera mientras mi rostro asoma a tu desdicha. Oh mi dulce amigo, he pasado un largo tiempo buscando tu salvación y finalmente la encontré. Debes dejar ese lecho, usa tus últimas fuerzas y ve al árbol en el que jugabas cuando niño. Tu familia ha estado todo el tiempo en ese claro presa de la oscuridad en que les encerró el Viejo. Mi luz te los mostrará y si logras tomarles de la mano, recuperarás cuanto perdiste. Ve ahora mi dulce amigo, yo te acompañaré como siempre he hecho».

Así, llevado por el único ánimo que le insufló el rayo de Luna, dejó su frío palacio y recorrió con paso vacilante el camino que lo llevó hasta donde solía estar la humilde cabaña de sus padres. Sentía cómo su espíritu estaba a punto de abandonar su cuerpo cuando llegó al árbol y se dejó caer junto a él. Entonces levantó la vista creyendo que aquella sería la última vez y vio al Diablo emerger de las sombras ansioso por tomarle la mano y llevárselo consigo pero un rayo de Luna se interpuso entre ellos y ella dijo:

«No voy a permitir que te lo lleves, ya cobraste tu precio. El deseo más profundo del corazón de este hombre era pasar sus el resto de sus días con las personas que amaba pero esta noche sus días llegan a su fin y con ello el trato. Su alma nunca formó parte de tu oferta»

El Diablo, encolerizado, intentó oscurecer a la Luna quien con su brillo hizo aparecer a los padres, los hermanos, la esposa y los hijos del hombre. La Luna brilló con más intensidad obligando al Diablo a encogerse cegado y derrotado.

«Ve ahora, ellos te están esperando, si los alcanzas justo al final de tu vida, ellos podrán llevarte a su lado para siempre»

Y así fue, el alma del hombre se separó de su maltrecho cuerpo y su espíritu se liberó alcanzando el del deseo más profundo de su corazón.

A la mañana siguiente el pueblo conmocionado encontró el cuerpo del hombre debajo del árbol con una sonrisa que nunca le habían visto en los labios y desde entonces, en las noches de Luna llena, la gente cuenta que en aquel claro aparece una cabaña donde una numerosa familia está reunida en medio de risas y dicha.

Fin. Escrito original del 2 de Agosto de 2014

Bueno, terminó el examen y este 21 de Octubre es tremendamente distinto al de hace dos años.

Me sobra música para darle entorno a esta historia, esa es otra de las bendiciones que me dejó esta historia pero, ya que este es un acto meramente egocéntrico, no será una  de sus canciones la que le ponga sonido a mi historia. Te dejo con uno de mis himnos personales:

Y por más trillado que suene: Gracias por obligarme a caminar.

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