Los 52 Cuentos: Sueño Vívido

Esta, como otras tantas de mis historias, empezó debiendo ser algo y terminó siendo completamente distinto. La culpa ha sido de un sueño que he concebido como la historia ideal para la ocasión.

El siguiente ejercicio toma como punto de partida un tema tan sugerente como Los Siete Pecados Capitales; eliges uno y escribes una lista de palabras relacionadas.

Yo hice mi lista, pero apenas vino a mí este sueño, la mandé derechito al infierno, lo lamento.

Elegí la Lujuria, no sólo porque me parece una de las opciones más versátiles sino porque mi sueño, si bien no fue algo que llamaría erótico, encaja mucho mejor con este pecaridijillo.

En fin, he aquí Sueño Vívido, ojalá te parezca la mitad de interesante de lo que fue para mí una mañana al despertar:

«¿Crees que es posible que un sueño te altere tanto que llegues a dudar de tu realidad?

Aquello que tú viste con absoluta claridad durante días, semanas e incluso meses, de acuerdo con lo que dice todo el mundo, no fueron más que jugarretas de tu mente, visiones imaginarias… y no tienes más opción que creerles y contar tu historia como algo insignificante, una mera curiosidad que un buen día ocurrió mientras dormías y que al despertar podías recordar con asombroso detalle.

Fue un sueño y nada más.

Sin embargo…

Recuerdo con nitidez la brisa caliente que me rodeaba, el sabor del café y de la fruta madura, la cadencia de la música que bailé, el aroma de los árboles tropicales y el sonido de las olas rompiendo en la playa…

Pero más que a nada, lo recuerdo a él…

No deseo parecer una de esas adolescentes que fantasean con escuálidos vampiros que brillan al sol y hombres lobo con las hormonas alborotadas pero ¿cómo describirías al hombre de tus sueños? –literalmente de tus sueños.

Todo empezaba con un nuevo proyecto de trabajo; la empresa a la que le entrego el alma de lunes a viernes me enviaba a hacer estudios y evaluaciones de mercado a un pintoresco y bellísimo pueblo de Veracruz cuyo nombre no logro recordar aunque sí pueda recordar cuándo compré el boleto del autobús que me llevaría a mi destino y las horas de viaje en carretera.

Y cuando llegué al pueblo… Fue como entrar a mi propia tierra de fantasía, aquel era un lugar idílico.

Emplazado al pie de un risco de piedra caliza del cual caían hermosas cascadas, aquel pueblo estaba rodeado de plantas tropicales de un verde como jamás había visto, tenía además su propia playa de suave arena bañada por el mar de azul profundo.

El pueblo entero correspondía a aquella belleza natural, todo era fachadas blancas y techos de dos aguas recubiertas de tejas de barro, calles empedradas, árboles y arbustos con flores de todos los colores y lugareños acogedores y amables.

Había sido enviada al paraíso.

Me instalé en el único hotel del lugar y apenas desempaqué mis pertenencias, salí a recorrer las calles ansiosa de embriagarme de la luz que parecía brotar de cada rincón.

Yo lo ignoraba pero por entonces se celebraban las fiestas en honor a San Sebastián y antes de darme cuenta cuenta, ya me encontraba comiendo, bebiendo y bailando con toda la gente en medio de banderas de colores y música como jamás había escuchado. No podía imaginar que alguien me estaba observando.

Durante los siguientes días hice el trabajo que me había sido asignado; investigué, reuní datos y me encargué de mis propios asuntos hasta que él se presentó sonriendo como un ángel y cargando una vieja reflex.

Se presentó como Louis Creed, era un fotógrafo estadounidense que había ido a parar a aquel pueblito guiado por los rumores de su belleza y terminó tan enamorado del lugar que montó un estudio ahí.

Mentiría si dijera que Louis no me pareció tremendamente atractivo desde el primer momento en que lo vi. Era alto, tenía el cabello rubio corto y los ojos azules, su piel estaba tostada por el sol de aquel idílico  paraje y su sonrisa… ¡por todos los cielos! Jamás vi una sonrisa semejante.

Me pidió que lo acompañase a su estudio ya que deseaba mostrarme una fotografía en particular. Yo le seguí sin dudar, de pronto me encontraba hechizada por su presencia, recuerdo cómo la sangre se me subía a la cara y mi corazón latiendo como si se me fuese a salir del pecho en cualquier momento.

Aquellas eran sensaciones absolutamente reales.

Oh ¡y sus fotografías!

Había capturado cada aspecto de la belleza del pueblo: atardeceres, el mar y la playa, las casas de fachada blanca y sus calles empedradas, las aves multicolores que poblaban los árboles, toda su fantástica flora… Louis era realmente bueno.

Pero él quería mostrarme en particular una imagen, quería que yo viese mi propia figura a través de su lente.

Me había capturado bailando en la plaza durante la fiesta del pueblo. Ahí estaba yo, sonriente y despreocupada como nunca antes me vi a mí misma, era…

– Sencillamente hermosa -dijo Louis acercándose a mí.

El roce de sus dedos en mi rostro fue casi eléctrico, la atracción de nuestros labios acercándose era magnético, el dulce sabor de su boca con gusto a fruta exótica y el calor que emanaba de toda su piel me volvieron loca, me abandoné a él por completo.

Desde luego debo admitir que fue algo tremendamente impulsivo de mi parte el haber accedido con semejante liviandad a tener sexo con él pero… era algo tan natural, era como si hubiese sabido durante toda mi vida que él debía acariciar mi piel, besarme despertando el resto de mi ser, provocarme estremecimientos a lo largo de la espina dorsal y robarme el aliento en sublimes estallidos de placer.

Perdí la cuenta de las veces que estuvimos juntos. De tanto en tanto decidíamos internarnos en la selva donde Louis tomaba un sin fin de fotografías y yo hacía lo propio añadiendo datos a mi estudio aunque inevitablemente terminábamos retozando sin importarnos más nada que estar juntos; aquello era deseo puro, inexplicable, imperioso.

Lo cierto era que no sólo disfrutaba nuestros encuentros carnales, Louis era un hombre dulce y generoso y ayudaba a la gente del pueblo, los quería sinceramente; todo el tiempo tenía una canción en los labios y sonreía a la menor provocación, me tomaba de la mano y besaba el dorso sin el menor motivo, me procuraba siempre fruta y agua en abundancia y me repetía sin cesar que deseaba que el mundo entero contemplara la belleza que él veía a través de su lente.

¿Cómo podría no haberme enamorado de él?

Louis me pidió quedarme y yo accedí sin chistar, no me importó abandonar cuanto conocía antes de él… Y así pasaron los días que pronto se sumaron en semanas y las semanas en meses de la más absoluta felicidad.

Hasta que me obligó a volver.

Una mañana de domingo particularmente calurosa, me despojó de la ropa, besó mi cuello y con sus dedos comenzó a despertarme del letargo mientras me abrazaba desde atrás y su respiración comenzaba a agitarse. Yo ya sabía lo que pasaría a continuación pero no intuí nada extraño hasta que me volví y vi su rostro crispado inmensamente triste. De inmediato me alarmé pero Louis se empeñó en seguir con su trabajo mientras yo intentaba averiguar el motivo de su turbación en medio de mi propia agitación. Finalmente me coloqué sobre él y mientras nos mecíamos al mismo compás, Louis empezó a llorar atrayéndome hacia sí con desesperación hasta que consiguió decir:

– Perdóname, perdóname, te lo suplico. No tenía derecho a quedarme contigo pero aún así lo hice, te mantuve aquí demasiado tiempo y ahora tienes que volver. Lo lamento tanto, no he debido pero… te amo tanto… Perdóname, te lo ruego, tienes que volver… perdóname.

En ese momento me fue imposible decir nada debido al estallido de mi cuerpo… Cerré los ojos con fuerza y… de pronto ya no me encontraba con Louis, llevaba mi cómoda pijama de algodón y me hallaba tendida en mi cama, en mi casa en la ciudad. El reloj despertador indicaba con sus números verdes las siete en punto de la mañana.

Desconcertada, sin poder dar crédito de cuanto veía, revisé la fecha y comprobé, aterrada, que era el 26 de Julio, una semana antes de la fecha en que había emprendido el viaje que yo ya estaba segura de haber hecho.

¿Pero cómo era posible?, ¿Cómo podía haber sido todo el tiempo con Louis un mero invento de mi imaginación? Aún podía sentir el calor de su cuerpo y el sabor de sus labios… Simplemente no era posible…

¿Pero quién iba a creerme? No había sido más que un sueño vívido, terminé por convencerme de ello; aquel pueblo, aquella playa, aquella selva, aquella gente, sencillamente no existían… y tampoco Louis.

Diablos, supongo que mi terapeuta tiene razón, el estrés ha obligado a mi mente a generar toda clase de escapes y Louis y mi paraíso han sido uno de ellos, aunque… Aún me pregunto por qué aquel sueño se veía tan desconsolado al rogarme perdón.»

Ja, ja, ja, si se me permite ser un poco honesta, he tenido que editar un poco la historia (digamos que, como en otras historias, esta es la versión light) pero me divertí mucho creándola y reteniendo ideas de un sueño que ciertamente no terminó como yo decidí terminar esta historia ¿alguna vez los sueños terminan como nosotros deseamos?

Dios ¿te imaginas la cantidad de historias que contaríamos si fuésemos capaces de recordar todos lo que ocurre mientras estamos dormidos?

Vale, es hora de que yo vaya justamente a hacer eso, dormir, pero te dejo con una deliciosa canción de mi banda favorita 1.1 que marida perfecto con la ocasión:

Que tus sueños sean asombrosamente interesantes.

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