Los 52 Cuentos: Mensaje en la Botella

Escrito desde el 24 de Enero de 2015… No había tenido tiempo de subirlo. 

Imagino que hay un momento en el que hay que rendirse ante uno mismo y ese momento me llegó intentando escribir la historia que antecede a esta; en un momento ahí estuvo la inspiración pero… ya ha pasado demasiado tiempo y no logro encontrarle pies ni cabeza así que por fin me doy por vencida, es momento de continuar.

El siguiente ejercicio de escritura se titula «Mensaje en la Botella». Es en teoría sencillo, el personaje acaba de perder a un ser querido en un naufragio y decide enviarle un mensaje dentro de una botella para luego arrojarlo al mar y esperar que le llegue.

Antes de este, tenía en mente otro relato basado en los hermanos de mi segunda comedia favorita de Shakespeare, Viola y Sebastian de Noche de Reyes o La Duodécima Noche… Sin embargo, ya que mis afectos de momento se están volcando en mi nuevo proyecto de novela (conjunto a este) decidí jugar un poco, tratar de ponerme en la mente de uno de mis nuevos personajes para empezar a darle forma.

Esta no es la historia de un naufragio pero sí habla sobre un mensaje y una botella:

«Había perdido la cuenta de los años que había pasado sin entrar en aquella habitación ¿serían diez, acaso quince o incluso veinte? De pronto se le antojaba un siglo desde la última vez que se sintiera como un niño, llevaba demasiado tiempo comportándose como un «Hombre Mayor».

Su abuela había fallecido apenas dos semanas atrás y aunque lo lamentaba profundamente, llevaba igualmente demasiado tiempo alejado de ella como para sucumbir a la melancolía que embargaba a su madre y le impedía encargarse de la ardua tarea de recoger las cosas de su abuela y limpiar su casa.

La abuela había sido una mujer independiente y auto suficiente hasta el último de sus días, era perfectamente capaz de cuidar de sí misma hasta que una mañana su corazón decidió detenerse para siempre mientras preparaba la comida…

Pensar en ella lo hizo llorar sin darse cuenta. Le tomó más de un minuto reponerse para empezar con su labor.

Aquel era el cuarto de tejido de la abuela aunque él sabía de sobra que lo único que ella tejía eran las intrigas de las telenovelas que devoraba una tras otra de lunes a viernes desde las cuatro de la tarde, pero antes de aquellos días de interminables horas de televisión, aquel era el cuarto de juegos en el que él y su hermana pasaron los mejores años de su infancia, antes de que el cáncer la derrotara.

Abigail era su hermana mayor y la recordaba como una niña con una imaginación privilegiada, en aquel pequeño espacio habían sido astronautas, exploradores de la jungla, caballeros Jedi, detectives resolviendo crímenes caseros e incluso los protagonistas de su propio musical. Sus días postrada en cama, completamente débil y siendo un despojo de quien había sido, quedaban en un rincón alejado de su memoria. Abby siempre sería una niña hermosa para él.

Dios… era demasiado joven para haber perdido ya a tantos seres queridos… Por eso prefería estar solo.

Bien, tenía trabajo por delante y no quería tener a su madre encima dándole la lata.

Echó en una bolsa de basura negra los estambres y agujas que únicamente servían como decoración, las viejas revistas de crucigramas y chismes y las interminables flores artificiales cubiertas del polvo mientras que en una caja guardó con cuidado los portarretratos, los crucifijos, las imágenes de santos y los espejos. No compartía el gusto en decoración de su abuela pero guardó todo aquello con cariño pensando en que tal vez su madre o él mismo después le encontrarían un sitio en sus propios hogares a modo de homenaje.

Nadie iba a ocupar aquella casa, su madre no la necesitaba y aún era demasiado pronto para pensar en hacer algo con ella pero tarde o temprano tendrían que hacer aquella limpieza y a él no le importaba hacerlo ahora.

Estaba poniendo las últimas flores de plástico en la bolsa de basura cuando se topó con una vieja botella de refresco de uva que a Abby le encantaba. Dentro de la botella había un papel enrollado con esmero; solo tuvo que agitarla un par de veces para sacarlo.

El papel, de tan viejo, crujió al desenrollarlo y al instante reconoció la caligrafía de su hermana, infantil pero cuidada. Su contenido rezaba:

Pirata León Barba Azul: 

Es posible que esta se la última misión que te encomiendo yo, la temible Emperatriz de la Isla Esmeralda, Abigail Ojos de Halcón. Como sabes, estoy por emprender un largo viaje al que no podré llevar ninguna de mis valiosas posesiones y es por ello que he decidido legarte mi cuantiosa fortuna. 

Te dejo mi colección de muñecas de porcelana, la de tarjetas de béisbol que el abuelo me regaló antes de que tú nacieras (además a mí nunca me gustaron) y sobretodo te dejo al Capitán Mostacho; sé cuánto te gusta mi (aún) oso favorito ¡te prohíbo que lo toques antes de mi partida! ¿entiendes, granuja de agua dulce? Te ordeno que lo cuides durante mi ausencia. 

Pero, ya que todavía soy la emperatriz de esta isla, tengo para ti una encomienda aún más importante. He guardado celosamente, en algún rincón de esta casa (isla, quiero decir) un verdadero tesoro, el anillo de perlas que la abuela me regaló en mi cumpleaños pasado. Es la única joya de verdad que jamás tuve y el único tesoro de verdad que puedo dejarte. 

León, me siento muy triste al tener que dejarte pero… ya estoy muy cansada y sé que tengo que irme, apenas y puedo escribir. Espero que te diviertas buscando mi tesoro, cuida mucho de mamá y de la abuela, más que nunca eres el hombre de la casa y aún más importante, nunca dejes de sonreír, de jugar al sol y de ser mi hermoso hermanito pirata. 

Te amaré por siempre. 

Abigail Ojos de Halcón, 

7 de Febrero de 1993

Se sorprendió por el lamento que emanó de su boca sin notarlo ¿por qué su abuela nunca le dio aquel estúpido mensaje? ¡Era el maldito testamento de su hermana! Lloró por aquellas cosas que su madre guardó con temple como él hacía ahora con las cosas de su abuela, sintió el peso del tiempo con brutalidad, habían pasado veintidós años desde que su hermana, con una dulzura y madurez increíbles le dedicase aquel mensaje.

Deseó recriminar a su abuela pero.. a ella también la extrañaría durante el resto de sus días.»

Cortito pero dulce, no tienes idea de lo importante que ha sido esto para mí y la de situaciones que me ha ayudado a plantear ¡Justo para esto son los 52 Cuentos!

Y como siempre, aquí está el soundtrack de este relato:

Este será un viaje tremendo.